Nada fue como entonces. Social
fue una pálida sombra de lo que supo ser, e Independiente un equipo voraz,
agresivo e inteligente, que nunca dudó de su capacidad para llevarse puesto al que
es por ahora el único líder del torneo el sábado. Habrá que esperar que es lo
que sucede, dado que ayer debieron suspenderse todos los cotejos debido a las
malas condiciones en que se encontraban las canchas (ver aparte).
Influyó el viento que reinó,
por supuesto, pero también y mucho la estrategia y la personalidad del Rojo,
que aprovechó sus momentos y después no le regaló un metro al irresoluto
Social. Independiente sabía que este era “el partido”, y así lo entendió. Lo
jugó como una final, la ganó y sumó tres puntos importantísimos, llenándole la
cabeza de preocupación a un rival que viene en picada en su rendimiento.
Los 90 minutos presentaron
dos escenarios totalmente diferentes, porque el fuerte viento que cruzaba la
cancha de este a oeste se hizo sentir. Durante el primer período favoreció a
Independiente, y más allá de esa ayuda climatológica, desde el fútbol, la
inteligencia de sus individualidades y el oportunismo goleador, sacó gran
rédito.
Atrevido y encarador. Así
presentó sus cartas Independiente desde el pitazo inicial del árbitro Equisito
(de flojo desempeño sólo porque sembró el campo de amonestaciones,), suelto en
el medio y con algunas individualidades en alto rendimiento. Social no hizo pie
en el medio y atrás sufrió mucho para poder tomar las marcas.
Inteligentemente, el Rojo
soltó amarras por las bandas sosteniendo el juego desde la zona de gestación.
Fraga de un lado y Echandía del otro fueron generadores siempre, Mayoraz desde
el medio aportó su batalla y Gianfranco González sirvió de apoyo. Más arriba,
Carlomagno y Alvarez siempre representaron un alerta constante ante una defensa
que titubeaba y no sabía si pararse con tres o con cuatro hombres ante el
avance rival.
Rápidamente el equipo de
la calle Rivadavia halló el hueco, y ni bien se había cumplido el primer cuarto
de hora se puso en ventaja. Gran corrida de Echandía por derecha ante dos hombres,
centro al medio y aparición goleadora de Carlomagno para el 1 a 0. A esa altura, ya estaba
bien que el Rojo ganara porque era mucho más.
Los embates de
Independiente fueron agigantando la figura del arquero Calabrese, que a los 34’ le tapó un mano a mano a
Echandía, pero que nada pudo hacer un minuto después con ese poema que fue el
tiro libre que clavó Hugo Alvarez en su ángulo derecho para el 2 a 0, y que dejaba a Social
groggy y al borde del nocaut.
Pudo el Rojo haber dejado
todo sellado sobre el final, pero en una estupenda reacción Calabrese le ahogó
el grito a Fraga, que metió un cabezazo bárbaro pero el arquero impidió el festejo
con una notable salvada a una mano, enviando el balón al tiro de esquina cuando
ya todos gritaban en las tribunas.
El viento siguió soplando
fuerte y favoreció a Social en el segundo tiempo, donde se esperaba su
reacción. Territorialmente dominó, pero no se le cayó una idea. Con Soria
perdido en el medio y Silva demasiado escondido, al equipo de Auciello se le
complicó todo. Encima Independiente se defendió bien, apoyado en la férrea
tarea de sus centrales Bazterrica y Barrionuevo.
En su única aparición del
partido, el “Chino” Roncoroni no perdonó. Tras una linda jugada de Silva coronó
con una perfecta definición de media vuelta para levantar así la esperanza de Social
cuando quedaba bastante tiempo. Pero sería sólo un espejismo. Todo quedó ahí.
Nada fue suficiente.
Social apenas intentó porque Independiente fue inteligente y achicó bien, y como no pudo hacer su papel
protagónico por el viento en contra, se las compuso para dar batalla y no
dejarse avasallar por un equipo que recién a los 36’ pudo hilvanar una clara
cuando Conti aprovechó una distracción defensiva, pero Marti evitó la caída.
Desdibujado y a los
ponchazos. Así terminó Social a puro empuje chocando siempre con un
Independiente sobrió, que aguantó con inteligencia y que supo como dibujarse la
mejor sonrisa para volver a estar en carrera cuando más lo necesitaba y en el
partido que esperaba.
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