No tuvo brillo, es verdad. Pero seguramente a pocos
les importará, sobre todo a sus hinchas. El objetivo fue cumplido de todas
maneras, porque a pesar de jugar mal –muy mal- Ever Ready volvió a darse la
mano con la gloria y así alcanzó el ansiado tetracampeonato, ese umbral que
siempre marcó el norte de este equipo que fue pensado para ir por otros
objetivos, pero que por diferentes cuestiones terminó marcando y sosteniendo su
superioridad en el plano local.
Otra vez con su chapa, con su mística inocultable y
con una dosis de sufrimiento que fue el velo que descubrió el nerviosismo y la
presión que sufrieron muchos jugadores, el conjunto de la calle San Martín
sorteó al fin y al cabo otro partido durísimo, con Independiente siendo más
claro –como en la ida- pero carente de agresividad en los metros decisivos.
En eso falló el Rojo, en no poder ni tener
alternativas para terminar siempre en el efectivo pase largo de Cámara, que con
experiencia y calidad aportó las mejores imágenes de un encuentro duro y
áspero. Del otro lado, el trajinar de Alday y las ganas de Muñoz fueron los
puntos altos de un Ever Ready opaco, con Márquez absorbido por Spinelli, Gelmini
muy atado y Silva desbordando cuando pudo, careciendo de compañía.
Hizo casi todo mal el campeón, y la mano vino torcida
desde arranque. A los 3 minutos el arquero Hernando mostró signos de dolor, y a
los 11’ tuvo que ser reemplazado por Claudio Tejeda, que regresaba así tras su
lesión de comienzos de temporada. Seguramente la variante obligada trastocó los
planes del DT, que gastó un cambio impensado tempranamente.
La imprecisión reinó en Ever Ready, en una faceta
totalmente desconocida. Muchos corrieron demás, se perdieron. Y en la vorágine
pareció ser un poco más Independiente, que a los 30’ se puso en ventaja con un
lindo gol de tiro libre de Alfredo Cámara, que tomó mal ubicado a Tejeda, quien
después respondió con solvencia cada vez que fue requerido, como en esa de los
38’ cuando se jugó la vida en un mano a mano con Poveda que llevaba destino de
gol.
La ventaja envalentonó algo a los castellenses, que se
animaron pero sin ideas claras. Ever Ready resistió otra vez, y en el segundo
tiempo llegó a emparejar las acciones cuando el conjunto de Tobio aminoró su
marcha.
Tuvo algunas posibilidades en el complemento, pero fue
el visitante quien a los 38’ tenía una clara con una escapada de Barrios, a
quien Suárez bajó cuando se iba franco a quedar mano. Fue falta (¿adentro o
afuera?), pero el árbitro Marino no la consideró. Bronca de un lado y alivio
del otro, en la única polémica de un partido que mostró a un Independiente que
vendió cara su derrota y a un Ever Ready en una de sus peores versiones, pero
que así y todo no pudo ser derrotado para quedarse sin festejo.
Demostró este gran equipo que a veces no es necesario
brillar para alcanzar un objetivo trazado. El ejemplo y el espejo puede tomarse
de ese momento en el que Alfredo Barragán le entregó el trofeo “Expedición
Atlantis” al capitán Alfredo Díaz. Los dos saben que el hombre puede, y que
cuando se trazan metas no siempre los caminos estarán sembrados de rosas. A
veces aparecen espinas, que lastiman, pero que no matan. Por eso Ever Ready
jugó mal y perdió, pero fue campeón igual.
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